AL SON DE LA MÚSICA
Podía
convertir en sexy cualquier música. Le bastaba con dar dos pasos al frente y
girar la cabeza a cámara lenta sobre uno de sus hombros, echar el cierre a sus
pestañas volteadoras durante dos segundos y lanzar al aire media sonrisa con
destino desconocido.
Intenté,
sin éxito, no reparar en ella, y pedí una cerveza bien fría.
Su
culo se cimbreaba bajo su falda, su pelo se reorganizaba en una coreografía
asimétrica y sus manos se alzaban con la intención de bailar.
Entonces,
comenzaba la música.
Me
prometí, otra vez, que la próxima noche que entrara en el Mix la desnudaría sin miramientos.
Ahora sí, completo.
ResponderEliminarAbrazos.