Si la
llamaban La niño no era por su
indeterminación ante la vida. Él lo tenía muy claro. Eran los demás los que se
negaban a verlo. Por eso tenía que teñir sus pestañas con rímel y colorear sus
labios con gloss suavemente anaranjado. Para no dar demasiadas pistas usaba
ropa de chico nada varonil. Su pantalón descansaba perfectamente sobre sus
móviles caderas hasta medio muslo y se ampliaban hasta media pierna. La
camiseta era de un ceñido blanco inmaculado y su pelo corto estaba
meticulosamente estudiado para que un mechón reposara sobre uno de sus ojos,
dándole un falso e interesante aspecto de descuido. Su aire de divo a lo Marlene
Dietrich era indiscutible.
No
comprendía por qué lo llamaban La niño,
no le hacía justicia.
¡La niño!, hermosa ambigüedad.
ResponderEliminarComo la vida misma...
EliminarEsas peleas contra uno mismo para contentar al resto no hacen más que provocar sufrimiento.
ResponderEliminarUn beso,MA, de nuevo.
La lucha con uno mismo es, frecuentemente, el único camino para llegar a algún lado.
EliminarGracias Tor,
Besos
La lucha con uno mismo es, frecuentemente, el único camino para llegar a algún lado.
ResponderEliminarGracias Tor,
Besos