Creo que estoy muerta, me crece
el pelo como nunca antes lo había hecho, y mis uñas son fuertes y largas. Durante
los velatorios de los fallecidos de mi niñez escuchaba a mis vecinas decir que a los muertos nunca para
de crecerles el pelo y las uñas, y que cuando los sacan de los nichos tienen una
melena larga pero enmarañada y
despeinada, y que sus uñas son larguitas y finitas, como garras, para agarrarse a la vida, decían, o para defenderse de la muerte. No disfruto del aire ni del calor del sol. La
brisa fría del norte no infla mis pulmones y las sonrisas apenas acuden a mi
boca, me esquivan. Y recuerdo las
palabras de mi abuelo cuando agonizando, con la mirada ausente, nos decía: Ya nunca más voy a poder sentir el aire frio
de la sierra.
El espejo me devuelve la
imagen de alguien desconocido que se diluye bajo diminutos haces de luces y
sombras, y no puedo recordar el sabor de la felicidad.
…Aunque también puede ser
que no esté muerta, sino que haya dejado de vivir.
Precioso ensueño que deja un buen sabor de boca con la apreciación final.
ResponderEliminarSaludos
Es cierto, hay una gran diferencia entre estar muerta y dejar de vivir, la peor a mi criterio es la segunda.
ResponderEliminarBuen relato.
Saludos.