Nirav Patel |
Querido
casi esposo:
Estoy
en un tugurio rodeado de montañas desconocidas, donde el amanecer, a pesar de la
cálida decoración en madera del local, es frío, sobre todo con las ventanas
abiertas.
Aún no
me he lavado la cara, precisamente hoy que debería estar empolvando mi cutis
con suaves productos aromatizados. No huelo precisamente a jazmín ni he usado
la peineta plateada que compramos para recogerme el pelo. He desayunado güisqui
y huevos fritos, me apetecía tras esta noche interminable. He dejado la dieta,
como supondrás.
Sé que
estarás herido, sé que no me perdonarás, sé que he sido cruel. Lo sé, pero no
quiero comenzar esta nueva etapa sospechando que no soy la diana de tus deseos,
que hay alguien por cuyos pliegues quieres perderte, y que no soy yo (he espiado tu móvil, lo
siento, me parecerá bien si me llamas hija de puta).
Puedes
quedarte con todo, con tus cosas, con las mías y con las que iban a ser de
nosotros. Eso sí, no busques las ligas, ahora están en poder de un lujurioso y
fornido desconocido de las montañas, al que ya he olvidado porque ahora en mi
cabeza sólo caben precipicios y frío.
Supongo que echaré de menos
tus cálidos abrazos en las noches glaciales que me esperan, o quizás no. No sé.
Fdº: La
otra.
me encanta como escribes, cada dia te vas superando. Luego dices que ya no te inspiras que has perdido la capacidad. Me encantan tus relatos deberias de darlos mas a conocer.
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