-¡No lo sé, no lo sé!, gritaba como poseído agitando las
manos por todo el salón, ante cada uno de sus relojes.
El relojero con sombrero de copa ya no soportaba aquella
situación. El psiquiatra le había recomendado descanso y tranquilidad. Pero no
podía, ¡no podía! El reloj de cuco marcaba las 10:15; el de sobremesa estilo
Luis XV marcaba las 10:45; el de cadena de su abuelo, las 10:25; el de muñeca,
las 10:10; y el de la torre comenzaba a campanear las 10:00.
-No lo sé, Alicia,
no sé qué hora es, gritaba desesperado.
De pronto, se paró, como uno de sus viejos relojes. Sin
mover ni un músculo, cogió una maleta, rebuscó entre los estantes su reloj de
arena con dosis para tres minutos y se largó rumbo a la isla desierta que había
al final del camino, donde nunca se había oído hablar del tiempo.
Muchas veces haría lo mismo...ir a un lugar donde no exista el tiempo...no me llevaría ni el reloj de arena. 😍😘😘😘
ResponderEliminar