martes, 17 de noviembre de 2015

EL DIA DE LA LOTERIA, UNA HISTORIA REAL


Aquel día iba a ser un día cualquiera, pero no lo fue; incluso estuvo a punto de convertirse en el último día de su vida, pero tampoco lo fue.
Ocurrió un lunes, ¡cómo no! Ella siempre había odiado los lunes, incluidos los domingos por la tarde, por lo que ya iban teniendo de lunes.
Había amanecido nublado pero no llovía. En el trayecto al trabajo pensó en lo triste que sería vivir con esta luz otoñal en un pueblo de mil habitantes en un día sin sol.
Durante el desayuno la secretaria del colegio le ofreció comprar lotería de Navidad. Pensó que no (uf… 24 euros, y nunca toca), pero finalmente dijo que sí.  Se decidió por compartirlo con otra compañera, que ya no trabajaba en el centro. Lo firmó por el reverso. Iba a pagarlo pero no lo pagó. No llevaba dinero suficiente.
 ─ La semana que viene te lo pago.
De vuelta a casa todo fue confuso. Abrió los ojos mientras alguien le preguntaba cómo se llamaba, donde trabajaba…Vio la luna delantera del coche destrozada, un árbol empotrado en su puerta y algo que supuso serían los airbags laterales, desplegados.
El que le hablaba era Jesús, la iba a salvar.
Jesús era un vendedor de lotería de la ONCE, pero no era ciego. Era sordo. No era de allí pero solía cubrir aquella zona. La seguía cuando ocurrió el accidente y la socorrió. Siempre adelantaba por aquel tramo, pero ese día no adelantó. Esto lo supo después, durante su estancia en el hospital.
Tras una semana de pesquisas Jesús había conseguido localizarla para saber de su estado. No sabía si sus esfuerzos por reanimarla y atenderla mientras llegaban los sanitarios, habían tenido buen final.
Se saludaron y ella agradeció emocionada sus atenciones.
Mientras hablaban recordó que tenía que llamar urgentemente al colegio para decir que no iba  poder pagarles esta semana la lotería, que se la guardaran, y por supuesto que no podría ir a trabajar.

Luego, pensó decirle al lotero: Dame un cupón, eres Jesús y me has salvado, seguro que me toca. Pero no lo hizo. Se limitó a darle dos besos de despedida cuando dieron por concluida la visita. Aquella podía haber sido una visita de cortesía cualquiera. Pero no lo fue.

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