sábado, 26 de marzo de 2011

GESTOS


Me miro al espejo y me veo fea, incapaz. El espejo me mira y me devuelve mis gestos aburridos.

Allí, frente a mi yo devaluado, lo recordé todo. Tomábamos un café en una plaza cualquiera de París. Era un medio día soleado de invierno. La mañana había sido brumosa. El sol apartó la niebla y comenzó un cálido recorrido sobre nuestra mesa. Café y té, como siempre.

Hablamos de cosas que ya sabíamos. Me di cuenta de que no comprendía lo que decía, ¿o no lo oía? Mientras me preguntaba por qué, seguía sin oírlo. Creo que era por sus gestos. Por su forma de moverse que no era como otras veces. Algo ocurría. Era inquietante. Me pasé los siguientes diez minutos centrada en su lenguaje corporal.

A veces hago esas cosas cuando voy en el autobús o en el metro. Para pasar el rato. Miro a la joven pareja del fondo del vagón e intento averiguar su conversación por el recorrido de sus manos, por el contenido de sus caras. La chica mira hacia el exterior a través del cristal, mientras él se cierra sobre ella y le comenta algo. Evidentemente, la mujer está pensando en otra cosa. Probablemente en lo bonito que era aquel vestido, o en lo cansada que está de que le repita lo mismo todos los miércoles. ¿Por qué no la roza mientras se le acerca? Están enfadados. Seguro. Han discutido por la cena de Navidad. Ella quería cenar en casa de su madre. Él no soporta a sus cuñados, ni a su suegra. Sin apartar la vista de los cristales, ella asiente y guarda silencio.


Soplé despacio dentro de mi taza de té caliente, mientras auscultaba que decía su cuerpo. Toda mi atención estaba ahí. Por eso no lo oía. Sus gestos eran abiertos, distantes, populares. Eran los gestos de cualquiera; los del chico de la mesa de enfrente. Comprendí que él me había olvidado, justo en el momento en que noté que los movimientos de sus manos no acompañaban a los movimientos de su deseo. Aunque sonriera, aunque me besara, aunque me abrazara, aunque me tocara. Sus gestos eran universales, igualitarios, fraternales, legales.

Desde entonces, odio la república.

Cuando me despedí, le dije: Cuídate esa democracia cariño, es perniciosa.

3 comentarios:

  1. es que los franceses son... muy franceses

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  2. Es lo que tiene ver más allá de las palabras. Besos.

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  3. Me encantó el ambiente parisino sobre al mesa del café. Y cuando los gestos no acompañan a las palabras, mejor apaga y vámonos.

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