jueves, 9 de enero de 2020

CINCO, CUATRO, TRES, DOS, UNO.


Hay al menos cuatro, no, cinco mujeres que están esperando que deje a mi esposa, dijo,   mientras encendía un cigarrillo. Luego, depositó la ceniza dentro del cenicero y se retrepó hacia atrás en actitud claramente orgullosa  de sus palabras. 
Ella, que si había accedido a tomar algo con él fue por el pasado que los unió hace muchos años, tantos que ya apenas recordaba, intentó no abrir unos ojos como platos y estiró la comisura de sus labios, diciendo, ¡vaya suerte!
La conversación  gravitaba cada vez mas torpemente entre el café con hielo de ella y la cerveza muy, muy fría de él. Luci se enteró también de que a él hay tres cosas que le gustan más que nada en la vida: la comida, la música, y… “ya sabes”. Y marcó en negrita las palabras “ya sabes”, en las que evidentemente pretendía indicar “sexo”. A Luci las evidencias no le gustaban, ni las listas tampoco. Y pensó, con su mejor sonrisa, pero no se atrevió a decirlo, que solo había una cosa que le sorprendía casi más que el movimiento de las estrellas: la postura pretenciosa y ridícula de los hombres maduros, que falsamente seguros de sí mismos, no asumen que son ángeles caídos.

miércoles, 8 de enero de 2020

TORBELLINO


El torbellino en que giraba últimamente su vida la llevó a muchos sitios. Por algunos pasó de soslayo, en otros se quedó anclada para siempre.  Había llegado a convencerse de que la capacidad de sorprenderse se pierde con la edad, es lo que siempre le habían dicho.  Pero haciendo recuento de sus sorpresas, recuerda con una claridad cristalina que su mayor sorpresa había sido días antes de cumplir los 45, con aquel hombre que no era su marido; le sorprendió lo fácil que le resultó tener un orgasmo con él, a pesar de no conocerlo, y lo moreno que era.

NOCTURNIDAD


En la oscuridad, cuando las calles quedan solitarias y la luna lo inunda todo con sus destellos de aventuras, se percibe intimidad y respeto en cada rincón; el suave siseo de una lechuza, el sonido de la brisa contra las ramas de los almendros, los destellos de luces lejanas, coches aparcados que parecen más objetos que nunca…
La noche era casi primaveral, se palpaba serenidad y ganas de volar. En una esquina, oculto tras un contenedor, un coche rojo cereza con una tenue luz en su interior sugería movimiento, y permitía adivinar a sus habitantes, aún sin detenerse a observar; los cristales empapados de vaho espirado en exhalaciones convulsas, movimientos perceptibles pero no visibles, suspiros, susurros, roce de tejidos, siseos, y silencio. Nuevos susurros, risas contenidas.
Recordé tiempos lejanos, donde noches así invitaban a besos húmedos, y sonreí.
Pero Allí, a oscuras, en aquel coche rojo cereza, casi en mitad del campo, aquellos dos adolescentes solo chateaban, con sus magníficos móviles de última generación.
Volví a sonreír.


MI ARAÑA

Tengo una araña en la cocina. Vive allí aislada, sin hilar, sin cazar; sólo está. Sé que se alimenta porque está gorda y sana, pero no se mueve. A veces pienso que está muerta, pero me miente, disimula.

domingo, 14 de abril de 2019

EN BLANCO Y NEGRO

Cuando acabó la guerra volvieron a su casa, vacía, desposeída de muebles y de grano, con las paredes exhalando aliento frío de una mañana de enero, llena de lejanos y  cálidos recuerdos de la familia sentada a la mesa tras una dura jornada de campo.  Habían huido sin nada, y ahora volvían con las manos llenas de más nadas. Muchos, muchos vacíos, y varias penas: asesinados, prisioneros, vejados y humillados. Y esos  vecinos suyos, silenciosos y falsos como alimañas hambrientas, se habían llevado todo lo que poseían entre aquellas cuatro paredes.

Quería ponerle comienzo a aquella insensatez, y no acertaba a encontrar el momento exacto. Recordaba un verano cálido, fructífero y alegre en el cortijo, y que al comienzo, tras el alzamiento, habían matado a su cuñado. Un duro golpe que sin embargo no hacía presagiar los acontecimientos venideros.  Los grandes desastres nunca se ven venir. Después, el hondo dolor por la muerte de su hijo, la desesperada huida hacia otras tierras, la angustia interminable al ver a otro de sus hijos en el frente, la locura por el encarcelamiento de su marido…

Ahora ella, y los que quedaban de los suyos, habían regresado. Y lo habían hecho bajo promesa de que no habría represalias contra los republicanos.

Vestida de negro desde la muerte de su madre, con una madrastra de cuento y un padre trabajador pero ausente, no tuvo una infancia fácil. Ausencias y maltratos hicieron de ella una niña callada, resignada. Se casó sin amor, pero aprendió a querer. Trajo al mundo a tres hijos y dos hijas. Y sabía leer y escribir. Pero ahora todo se había vuelto denso y oscuro, una cueva sin salida, como cuando vivía con la mujer de su padre.

¿Qué más podía ocurrir?
Ocurrió,  que acabada la guerra, dedos acusadores la señalaron y la culparon  de hacer en su casa, antes de que todo comenzara, reuniones en las que se hablaba de política. Dedos de personas que compartían con ella las mismas calles, idénticas migajas de raciones, trabajo y misas;  amigos, vecinos, familiares.
Y hasta 3 veces la llevaron a raparlas a ella y a sus hijas,  o a ella sola. Largas y orgullosas melenas trenzadas, envidia de muchos, objeto de pasiones de otros. Y hasta 3 veces alguien salió en su defensa y se libraron de aquella humillación.
El miedo instalado en su casa, se pegó también a su pelo y a toda su piel, y la cuarta vez que vinieron a buscarla para cortarle la melena, se sentó en un taburete pequeño, se agarró a él y digna como una reina de película sentenció:

-       De aquí no me voy hasta que no me rapéis. ¿Creéis que me importa mucho mi pelo? ¡pensáis que después de matar a mi cuñado, a mi hijo, encarcelar a mi marido y esclavizar a mi otro hijo, que después de habérmelo robado todo, me importa mucho mi pelo!

Y por cuarta vez, se libró, sin motivo aparente, gracias a un juez que pasaba por allí. Salió a la calle con su larga trenza, ya sin dolor y con un vacío que le hizo perder la cabeza en una nube cenicienta y espesa durante varios meses.


Será por eso, por tanto sufrimiento, por tanta amargura negra, que a mi bisabuela María, y a sus dos hijas siempre les gustó vestir de colores vivos y alegres.



14 abril 2019

lunes, 11 de marzo de 2019

LOS CAZADORES DE SOMBRAS


    


A veces, los  cazadores de sombras perseguían luces equivocadas, que esquivas y disimuladas, parecían reales. Tenues, acechaban a la vuelta de una esquina o al fondo de la calle, agazapadas en una pared cualquiera. Los cazasombras, pacientes y alertas, paseaban cuantas calles podían ocultar el negativo de un objeto.
Cuando las encontraban, disparaban miles de ráfagas de luz con sus cámaras réflex, disolviéndolas en cuestión de segundos, y acabando para siempre con esas oscuras siluetas surgidas de las ilusiones no cumplidas de los habitantes de la ciudad.


sábado, 18 de agosto de 2018

MIRANDO ATRÁS



Dicen que ya no eres de ningún sitio cuando no existe la casa donde recuerdas tu infancia.
Esto lo descubrió  Eva ya pasado el meridiano de su madurez, con un montón de días vacíos y de deseos por cumplir. Acababa de darse cuenta de que lo único que no le quedaba en stock eran días por vivir.
Le angustiaba la perspectiva recién estrenada de que todo lo que había sido cabía en un baulito de madera tallada, del tamaño de dos cajas de zapatos juntas. Su niñez, varias fotos en blanco y negro manoseadas y gastadas. Su juventud, tres libros y cuatro folios con las notas de primaria, un casete que no se podía oír y una flor seca entre las páginas de uno de los libros. Aún recuerda cuando la recogió de manos de aquel chico en una de las pocas fiestas a las que asistió en el instituto. También allí ocurrió su primer beso, y su primera borrachera; mala combinación, pues lo segundo no le dejó conciencia de lo primero. Así que aquella flor podía considerarse la única prueba existente de ese primer beso. Quizás por eso la guardó durante tantos años.
Todo lo demás había ido a parar al contenedor de la esquina: las libretas de la escuela, los apuntes de la facultad, la ropa inservible que guardaba por si la usaba el año que viene, su cama, las sillas repintadas que su madre había heredado de su abuela… Tiró las agendas de años anteriores con direcciones y teléfonos de amigos a los que ya nunca podría recordar  y la caja vacía de bombones con las cartas que intercambió durante los años de su lejana primera juventud, cuando aún se usaban el sobre y el sello para intercambiar sentimientos.
Ya no tenía donde guardar todo aquello, ya no tenía refugio de referencia para las reuniones familiares. Su casa iba a ser derruida por el casero; construirían un horrible bloque de pisos ridículos  que obviaría el níspero que nació en el patio cuando su hermana y ella jugaron a plantar un hueso durante una tarde calurosa de siestas mal dormidas.
Dejar tu casa, deshacerte de todo, olvidar el pasado y comenzar una nueva vida en otro lugar. Estaba a punto de enterrar el rincón en el que se escondía de pequeña para saborear aquel trozo de chocolate cogido sin permiso, la escalera donde esperaba tumbada durante las horas de calor del verano y la apartada habitación del miedo de sus 7 años.

miércoles, 2 de mayo de 2018

ADVENTUROUS SPIRIT

Hoy me he levantado con espíritu aventurero. Necesitaba un cambio de look, cubrir canas. Me he atrevido con un naranja tangerine, al más puro estilo MARVEL (léase Scarlett Johanson).
¡Genial!. Me siento segura, así que la cerveza con Sergio, el adicto a las rubias, es inevitable. Lo llamo, quedamos. En el Local 41 saludamos a Vero, que antes era rubia y ahora no. Tetas descomunales y novísimas, que hacen que Sergio, el adicto a las rubias, perciba con toda claridad que Vero, la recién avistada, ha cambiado de color de pelo.
Me miro el escote. Me falta espíritu aventurero para aumentarme dos tallas.

El pelo de Scarlet Johanson está desfasado, a ver si mañana salto de la cama a lo Indiana Jones,  y me calzo un mono de los Vengadores.

martes, 1 de mayo de 2018

EL SOMBRERERO

Alicia le pidió la hora por sexta vez en los últimos treinta minutos.
-¡No lo sé, no lo sé!, gritaba como poseído agitando las manos por todo el salón, ante cada uno de sus relojes.
El relojero con sombrero de copa ya no soportaba aquella situación. El psiquiatra le había recomendado descanso y tranquilidad. Pero no podía, ¡no podía! El reloj de cuco marcaba las 10:15; el de sobremesa estilo Luis XV marcaba las 10:45; el de cadena de su abuelo, las 10:25; el de muñeca, las 10:10; y el de la torre comenzaba a campanear las 10:00.
-No  lo sé, Alicia, no sé qué hora es, gritaba desesperado.
De pronto, se paró, como uno de sus viejos relojes. Sin mover ni un músculo, cogió una maleta, rebuscó entre los estantes su reloj de arena con dosis para tres minutos y se largó rumbo a la isla desierta que había al final del camino, donde nunca se había oído hablar del tiempo.

domingo, 25 de febrero de 2018

HOY NO HA SALIDO EL SOL.

Hoy no ha salido el sol, ni literal ni metafóricamente. La niebla ha decidido acompañarnos y se ha adherido a nuestros huesos como la escarcha a los brotes tiernos.  El camino se ha hecho triste y borrascoso. Quedan muy lejos los días anticiclónicos de abril, la luz llena de chispas de colores y alegría, los cantos de los pájaros y los trinos de los niños barruntando el verano.  Echo de menos el olor a tierra mojada tras las tormentas de aquellos veranos en los que nada nos daba miedo; ni la furia de los rayos, ni la fuerza de los ciclones, ni la ventisca, ni las heladas, ni la profundidad de las calimas.

Mientras te despedimos en el cementerio, rescato de mis recuerdos imágenes de cuando estabas vivo y formabas parte de mi vida.

Hoy no ha salido el sol.


A mi primo Fernando

miércoles, 29 de noviembre de 2017

RONDA DE RECONOCIMIENTO

El rojo manchaba las aceras y los llantos corrían por las callejuelas. Fuimos a la plaza del pueblo a reconocer a los nuestros. Los dispusieron todos en fila, como una tanda de melones para vender, desnudos y ensangrentados. Irreconocibles.  Yacían quietos, sumisos,  en aquel lugar que tantas veces habían frecuentado alegremente para buscar jornal. Así lo relataba mi abuelo una y otra vez.
Se pasearon al lado de cada cuerpo, uno por uno, hasta siete, con una paciencia que gemía desesperación, con la esperanza de no descubrir nada familiar en ellos. Sangre, miembros amputados, barro y heridas inflamadas lo ocultaban todo. Los habían reclutado a la fuerza de entre el polvo y las azadas, en plena siega de agosto. Ignorantes y pobres, críos la mayoría, habían caído en el  Peñón de la Mata luchando con la misma fuerza que empleaban en las tierras del secano, pero por mucho menos sueldo.
-        - Este es el vuestro. Tu hermano era muy velludo.
Antonia la Loya, cuya preferencia por hombres con miembro grande era  conocida, lo dijo como una profecía, rotundamente, como algo que aún no había ocurrido pero que era irremediable.
Una oleada de angustia contenida cayó sobre ellos, y las rodillas cedieron a su peso. Estaba sucio, aún no parecía él. A falta de agua, su propia saliva y un pico de la falda de su hermana sirvió para limpiarle tímidamente la cara, descubriendo, poco a poco,  como si estuvieran dibujando en la arena, sus cejas espesas, la nariz, el lunar de su mejilla…
Mi abuelo no pudo asistir al entierro de su hermano. Ese mismo día lo llamaron a filas. Estaba asustado, el miedo le impedía llorar su muerte y en su cabeza solo rondaban dos ideas: quien lo reconocería entre los muertos, si nunca nadie había visto su cuerpo desnudo, si su vello aun no invadía su piel, y los pechos grandes de Antonia.

domingo, 8 de octubre de 2017

POR VOLUNTAD PROPIA

Por voluntad propia cedió por última vez a aquellas manos agresivas bajo su falda. No podía decir que no le gustara, le hacía sentir dulcemente dominada. Lo malo era después; esa sensación de mediocridad y tristeza; de puta barata a cambio de nada. Eso sí que dolía. Dolía tanto que mientras se limpiaba los restos que escurrían por sus muslos, su alma la abandonaba y quedaba vacía durante horas, y le dolía el pecho y algo ahogaba su garganta, aun con más fuerza que cuando él la sujetaba contra la pared y le pegaba.
Estaba cansada de oler el miedo impregnando su piel horas antes de que entrara por la puerta, y de sentir el espanto agarrándola por dentro cuando ya estaba allí.

Por voluntad propia decidió que había recuperado su voluntad, que se acabó, que se marcharía; a pesar de que nunca había sido amada de otra manera.