El rojo manchaba las aceras y los
llantos corrían por las callejuelas. Fuimos a la plaza del pueblo a reconocer a
los nuestros. Los dispusieron todos en fila, como una tanda de melones para
vender, desnudos y ensangrentados. Irreconocibles. Yacían quietos, sumisos, en aquel lugar que tantas veces habían
frecuentado alegremente para buscar jornal. Así lo relataba mi abuelo una y
otra vez.
Se pasearon al lado de cada cuerpo,
uno por uno, hasta siete, con una paciencia que gemía desesperación, con la
esperanza de no descubrir nada familiar en ellos. Sangre, miembros amputados,
barro y heridas inflamadas lo ocultaban todo. Los habían reclutado a la fuerza
de entre el polvo y las azadas, en plena siega de agosto. Ignorantes y pobres, críos
la mayoría, habían caído en el Peñón de
la Mata luchando con la misma fuerza que empleaban en las tierras del secano,
pero por mucho menos sueldo.
- - Este
es el vuestro. Tu hermano era muy velludo.
Antonia la Loya, cuya preferencia por
hombres con miembro grande era conocida,
lo dijo como una profecía, rotundamente, como algo que aún no había ocurrido
pero que era irremediable.
Una oleada de angustia contenida cayó
sobre ellos, y las rodillas cedieron a su peso. Estaba sucio, aún no parecía
él. A falta de agua, su propia saliva y un pico de la falda de su hermana
sirvió para limpiarle tímidamente la cara, descubriendo, poco a poco, como si estuvieran dibujando en la arena, sus
cejas espesas, la nariz, el lunar de su mejilla…
Mi abuelo no pudo asistir al entierro
de su hermano. Ese mismo día lo llamaron a filas. Estaba asustado, el miedo le
impedía llorar su muerte y en su cabeza solo rondaban dos ideas: quien lo reconocería entre los muertos, si nunca nadie había
visto su cuerpo desnudo, si su vello aun no invadía su piel, y los pechos grandes de Antonia.
Qué horrible esos tiempos...o qué horrible que haya gente todavía en el mundo que tenga que pasar por eso...
ResponderEliminary entre la miseria, el miedo y todo lo demás, siempre queda en la cabeza un hueco libre para escapar de la realidad...¿no?
un abrazo!