viernes, 11 de marzo de 2011

INCONFESABLE

Una página en blanco y cien años de soledad entre el sofá y las series de televisión, me llevaron a buscar compañía entre las páginas amarillentas de una librería de segunda mano, convencida de que en las librerías, siempre ocurre algo interesante. Aquella era pequeña, escondida en un rincón oculto de una calle poco transitada del casco antiguo de la ciudad, casi un callejón. Cercada por contenedores de basura derramados por gamberros noctámbulos y el olor a meados de machos incontinentes, destacaba con el perfume de sus libros viejos, rescatados de sótanos y altillos de armarios empotrados.

Estaba buscando algo, sin saber muy bien qué. Me paré ante el escaso escaparate ojeando portadas de todos los tamaños, leyendo títulos de todos los colores. La campanita de la entrada sonó a otra dimensión. Dentro, el ambiente era extrañamente cálido y agradable, como estar en tu casa observando la chimenea mientras dormitas retrepada en un sillón. Era todo obscenamente común: estanterías hasta el techo, llenas de libros de poesía, novelas, comics, manuales de autoayuda; ejemplares vendidos por estudiantes de física y psicología; colecciones inservibles de historia de España en ediciones modernas, en ediciones antiguas, en ediciones de tiempos inexistentes, de antes de que yo naciera… Me apetecía tocarlos todos, me gustaba el tacto de los libros de jugosas hojas satinadas, y el de los de hojas secas y arrugadas. Y su olor. Pasé la mano por el lomo de todos ellos y me detuve ojeando “Como educar a su hijo”. Por asalto, unas manos fuertes y cuidadas me pusieron delante el capítulo de un libro de relatos cortos, de no sé quién.

- ¿Quieres leer un cuento bonito?

Accedí sorprendida, investigando al hombre de frente y preguntándome si lo conocía de algo. Le pregunté a sus ojos de joven maduro, que me taladraban, y a su melena lacia, ingenuamente descuida. Pero no me trasmitían conocimiento, solo deseo.

- Muy bonito.

Le devolví el libro y se marchó mientras me susurraba, muy cerca de mis ganas de besarlo:

- Acuérdate de mí, todos los 19 de Diciembre.

Hacía meses que nadie me hablaba al oído, ni me sorprendía tanto que tuviera que abrir los ojos tan exageradamente.

Se fue como había venido, sin darme cuenta. Disimulé mientras tanto, y cuando me atreví a seguirle hacia la puerta con la mirada, ya había desaparecido.

¿Tenía yo cara de necesitar aquel cuento que trataba de la felicidad? Puede que sí. Nerviosa, solté el libro que manoseaba en ese momento, que para colmo era una edición de bolsillo del Kamasutra.

En los días siguientes no pude dejar de soñarlo. Sólo pensaba en hundir los dedos entre su pelo, contra la estantería de la sección de filosofía, con las hojas de los libros cayendo sobre nuestras cabezas y los libros volando como si los sacudiese un terremoto.

Volví aquella librería, sólo por ver si lo encontraba de nuevo. No ocurrió, pero desde entonces, me paso por allí los 19 de Diciembre y guardo una sensación morbosa por la sección de filosofía y grandes religiones del mundo contemporáneo, que se ha ido convirtiendo en fantasía inconfesable.

5 comentarios:

  1. este me ha gustado especialmente, muy bueno

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  2. Erotismo en estado puro.
    Muy bien traído, MA.
    Besos.

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  3. Tiene una cadencia que se deja querer, que se relaja según lo lees. Un cuento bien llevado y bien acabado.

    Blogsaludos

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  4. Si. Estoy de acuerdo. Muy bien narrado.
    Algo de fetichismo hay en el amor a los libros, fisicamente hablando.
    Beso, MA

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  5. Ah, estas deliciosas fantasías eróticas. Me encantó la entrada en la librería, ese ambiente cálido y agradable que describes que nos invita a arrebujarnos allí entre los libros. Muy bueno.
    Me gustaría proponerte una obra colectiva que me han propuesto, de relatos dentro de relatos. Envíame un correo a puri.menaya@gmail.com y te envío un correo explicándote de que va.
    Un abrazo

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