lunes, 30 de mayo de 2011

CREER

El día en que Silvia descubrió que sus hijos habían dejado de oler a leche entendió que se estaban haciendo mayores. Entonces sintió que los lazos gruesos e irrompibles que la unía a ellos se hacían como de chicle y se estiraban cada día más.  ¡Algún día terminarán por romperse!, pensó.
Después de ocho años había aprendido a ser hija, esposa, madre y ama de casa. La realidad se le presentó de golpe cuando le nació su primera hija. Las tareas propias de la maternidad la alejaron de la lectura de fantásticas historias que le ayudaban a conocer el mundo. Para centrarse en el cuidado de su descendencia se vio obligada a hundirse en lo cotidiano. Durante ese tiempo se había olvidado de ser mujer.
Con el paso de los años, el instinto maternal fue diluyéndose en la rutina de la vida y fue dando paso a una necesidad de autonomía e independencia que volvía a llenar sus deseos de volar entre palabras y frases inventadas por otros. Además, los problemas familiares iban haciendo crecer en ella una necesidad de huir.
“Acabo de recordar por que dejé de leer. Me distraía de la realidad”. Envió el mensaje al móvil de su marido esperando que éste adivinara el significado oculto de sus palabras.  A partir de entonces, insistió en la búsqueda diaria de sí misma recuperando todo aquello que había dejado olvidado: aprendió a pintar con la vecina de la calle de arriba, recordó como se montaba en bicicleta y comenzó de nuevo a pintarse los labios de rojo pasión.
Una noche de verano, de miles de estrellas evocadoras, soñó con ella misma. Se vio fuerte, segura, capaz. Cuando despertó, la agradable sensación de saber lo que quería le duró todo el día. Y con el convencimiento de que debía hacer todo lo posible por recuperarse a sí misma, buscó entre conocidos y anónimos desconocidos, una persona que creyera en ella.    

7 comentarios:

  1. había aprendido a ser hija, esposa, madre y ama de casa

    tenéis demasiada carga, mandadnos a la mierda, valéis mucho más que nosotros.
    yo creo

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  2. Hablas de Silvia o de Francesca? Esa podría ser perfectamente mi historia... sin quitar ni una coma. Besos.
    De nuevo no me deja entrar con mi nombre. Francesca, de el blog de Francesca.

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  3. Muerte roja
    Sin duda alguna cuando te conviertes en madre tu personalidad como individuo, dejas de ser tú para ser la madre, supongo que tal y como cuentas tú un día cualquiera despiertas de ese letargo y te preguntas que fue de ti y debe ser desconcertante cuanto menos.
    Yo no soy madre pero si tía de dos pequeños que me roban todo el tiempo, yo aún no he dejado de leer pero porque lo hago de madrugada, la pasión de la lectura me puede.

    Un beso Ma :)

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  4. Dios me has retratado! sencillamente has descrito lo que siento día a día. ¡ felicidades ! ahora comprendo que no soy marciana, que cuando me agobio porque no tengo espacio para hacer nada para mí, a otras muchas mujeres les pasa, y fijate Ma yo he comenzado a despertar como Silvia mediante mi blog, es una válvula de escape y poco a poco voy incorporando cosas de satisfacción personal, pero aún me falta tanto... pero bueno aún son pequeñitas mis niñas ya tendré tiempo ... digo yo!!

    me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! un besazooo!!!

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  5. Hizo muy bien, sin duda. La realidad estaba ahí, como siempre, esperando.

    Me alegra haber llegado.

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  6. Bienvenidos Juan Antonio, Amelia y Maria

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  7. Es una alegría cuando nuestros hijos se apoderan de nuestro ego, también lo es cuando nos lo devuelven. Al final el encuentro consigo misma. El relato lo va desgranando con sutileza, precisión y sentimiento, sello inequívoco de la marca MA.
    Muy bonito,
    Jose

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