Ha empezado a llover. Una
tormenta de verano. Me he despojado de la mitad de mi ropa y he salido al
jardín, a disfrutar del acontecimiento como una niña bajo los primeros copos de
nieve de una tarde invernal. He salido
medio desnuda a mojarme con esos goterones increíbles envueltos en mucho, mucho calor; y que caían
de pronto sin previo aviso. La otra
mitad de la ropa me la he dejado puesta, para evitar habladurías y malas
interpretaciones de quien pudiera verme divirtiéndome bajo la lluvia, para
evidenciar mis buenas maneras y mi adaptación social. Hasta el gato de dos colores, que dormitaba bajo el
rosal, se ha visto sorprendido y corría cómicamente de un lado a otro del
huerto, casi saltando, sin saber si guarecerse bajo las hojas del álamo o bajo la sombra del limonero.
He salido a despertar mis
cinco sentidos, adormecidos durante la siesta, con las hojas sonoras de los
álamos, las nubes de coliflor sobrepuestas en el cielo azul, el olor penetrante
de la tierra caliente, el sabor anónimo de las gotas de lluvia, el tacto
extraño del agua escurriendo sobre la piel sudorosa… Y a sentir el éxtasis profundo que supone una
ligera lluvia tras un agotador día de calor.
Los médicos deberían prescribir
una tormenta de verano para el ánimo bajo.
Pues me apunto a ello, creo que con el calor que estamos pasando y lo que eso aplana, una tormentita de vez en cuando sería le mejor receta.
ResponderEliminarBesos MA
Es de lo más bello bañarse bajo la lluvía, y ese olor a tierra húmeda es de mis perfumes favoritos. Bella manera de levantarse el ánimo Ma, un abrazo con cariño desde Uruguay.
ResponderEliminarGracias por comentar, chicas.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con esa recomendación.
ResponderEliminarBesitos
no recuerdo sonreír tanto como la última vez que un chaparrón me caló hasta los huesos. una ciudad de calados hasta los huesos bajo la marquesina de un cine, que no podíamos evitar sonreír mientras chorreábamos.
ResponderEliminar