martes, 3 de noviembre de 2015

DE PUENTES Y PRINCIPES AZULES



No sé cómo me vi envuelta en aquella maraña de complicaciones. Todo ocurrió poco a poco, como ocurren las cosas cotidianas que al principio no son pero que terminan siendo. Las sugerencias se convirtieron en leyes, los cariños en órdenes, las manías en horribles defectos. Por eso decidí sembrar zarzas gigantes bajo el puente que unía su castillo y mi choza. Crecieron tan lentamente como nuestro despecho, pero al final se hicieron tan grandes que llegaron a cubrir el puente y todos sus intrincados hierros; la mejor manera de impedir que llegara hasta mí, a lomos de su caballo blanco, para hacerme daño.
Vivía sumida en un sueño sin mucho sentido, pero reposado. Veía pasar la vida alimentando a los animalitos del bosque, regando ramas que no tenían salvación, recogiendo plantas aromáticas… Hasta que a Maléfica, la bruja, se le ocurrió que yo tenía que morir, y a él que tenía que salvarme. Nadie me preguntó a mí.

Ahora, cien años después, sin animalitos, ni plantas que regar pero con una familia numerosa de “Categoría Especial” y un  gran castillo para limpiar, me pregunto cada día, mientras abro el torreón del este, que necesidad había de cortar las preciosas zarzas que me resguardaban de esta vida, de besarme o de hacerme dormir cientos de años, si al fin y al cabo en aquella choza, sola y aburrida, era más Bella Durmiente de lo que nunca he sido.

1 comentario:

  1. A lo mejor esto es el lado positivo del que hablamos
    Por cierto, la Bella Durmiente fue la primera ni-ni de la historia

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