martes, 18 de enero de 2011

DE REGRESO A CASA

Rene Magritte

Acababa de regresar de un viaje largo. Era de noche. Estaba cansado. Y triste. La observó mientras sacaba su coche del aparcamiento, tras despedirse. El solo sin azúcar que había tomado con ella le supo a fruta fresca. Y no por el café, sino por el beso que le arrancó a continuación. Hacía menos de una hora, en el bar, le había regalado un libro. Sabía que a ella le gustaban esos detalles y que era incapaz de resistirse a un hombre que expresara sus sentimientos con palabras de tinta. Jugó esa carta y acertó. A él le entusiasmó cuando la chica abrió el libro y lo olfateó profundamente diciendo que olía a novela de Julio Verne. No era la primera vez que quedaban, pero esa tarde fue diferente. Ella lo besó. Fue un beso contenido por las circunstancias, tímido, de desconocidos, pero cargado de deseos. Estaba de pie frente a él, en un local lleno de gente y lo atrajo hacia sí, tirando de su jersey. Fue un momento de magia inesperado. Desconcertado, percibió todo su cuerpo al rozar con las manos su cintura y por un momento se sintió perdido frente a ella. Durante unos segundos, él dudó de que fuera sincera.

Ahora se marchaba y lo dejaba con ese desagradable sentimiento de no haber acabado de almorzar. Le quedaba terminarse la fruta. En su coche, mientras conducía hacia su casa, pensó en todo esto, asustado por la intensidad de sus sentimientos.

1 comentario:

  1. Tal como veo hoy mi vida...
    Le pondría un bonito final a esta historia.

    Cuando sale del bar empieza a llover y coge el coche.
    Cerca de casa, alguien cruza el paso de peatones cuando no debía y sin tiempo a parar atropella a esa persona.
    Las ruedas chirrían sobre el asfalto mojado.
    Sale para comprobar que la mujer de los besos con sabor a fruta fresca y de gustos literarios exquisitos esta entre su capó y sus ruedas.

    Se vá. Coge una recta a 100 pro hora y Fin.
    La encuentra entre los ladrillos y cristales del punto y aparte del trayecto.

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