martes, 1 de marzo de 2011

¿PUEDO BESARTE?

 
Un Four roses, por favor, con hielo. ¡Me costaba tanto pronunciar esas palabras en inglés…!. Nunca sabía si estaba pidiendo lo que en realidad quería. Habitualmente pedía Dic, menos difícil de pronunciar, pero al día siguiente el dolor de cabeza me hacía arrepentirme profundamente de haber bebido para olvidar. Sin duda el garrafón hacía su efecto.

Esa tarde, había dado por terminada mi última relación después de meses de lucha por perpetuarnos juntos en una preciosa pero aburrida convivencia. Pasaba por una fase de cimentación y aceptación. Inseguridades. Una terrible crisis de identidad que me hacía sentirme aire, transparente y lábil. Acababa de oír la última palabra, de la última frase sobre el último tema interesante de la noche. Nada más tenía que decir. Pero mi cabeza seguía dándole vueltas y vueltas a la misma idea: No soy buena en nada, incapaz de divertirme, me siento poco atractiva, sin trabajo, y ahora, noctámbula borracha en busca de una respuesta a mi vida.

Me retrepé en el asiento, bebí y observé. Miré atentamente todos los retratos en blanco y negro de la pared. Fotos de fantásticas actrices rubias y morenas, sonrientes y felices, seductoras y atrevidas. Me detuve menos en los actores, misteriosos y ausentes. Ellas, ganaban por goleada. En una esquina, un antiguo letrero de Mirinda de naranja, olvidada hasta ese instante en algún rincón de mi pasado, aterrizó con fuerza en forma de sonrisa sobre mi cara. ¡Que recuerdos tan suaves!.

Había poca gente en el bar. Algunas almas solitarias aullándole a la luna en una noche fría, un par de grupos de amigos, y él. Acompañado de otro chico, sentados en sendos taburetes en la barra, apoyados de medio lado, con una pierna descansando en el travesaño y otra en el suelo, bebían y charlaban pausadamente. Un güisqui o un gin tonic. Se confesaban de sus delitos y de sus débitos y haberes. Música de jazz de fondo y luces tenues directas sobre las copas de los clientes. A veces, hablaban con pasión. De coches o de fútbol, supongo.

A voz de pronto, no me pareció nada atractivo. Pero me atrajeron sus manos decididas, la forma en que se movían con determinación, intentando convencer, su forma de expresar. Y el espacio que él ocupaba entre la barra y su amigo, lleno de cosas que decir. Tenía aspecto de lobo solitario, con más de mil almas, irreverente y urbano. Vestía básicamente de negro. Una ausencia de color que definía aún más la personalidad que yo le imaginé.

Sonámbula, salí del local siguiendo a mis amigos. Comencé a abrocharme con desgana el primer botón del abrigo. No habíamos andado ni dos pasos, cuando un impulso me hizo volver. Estaba cansada de pensar, de ser coherente, de escucharme. Quería que mi otro yo me olvidara de una puta vez y me dejara sucumbir a ese rayo de irracionalidad que hacía tiempo buscaba por todos los pubes de la ciudad, por sus calles solitarias, por sus tejados bañados de oscuridad.

Entré a través de la penumbra entre el humo voluptuoso de cigarrillos y notas de jazz y me acerqué a los dos chicos. Sin nada que perder, sin orgullo ni convencimiento de conseguirlo, me planté frente a él. Dulcemente, pregunté al dueño de las manos contundentes: ¿Puedo besarte? Esperaba con todas mis fuerzas que no me lo negara. Me gustaba, y sólo quería que en un momento de dejadez instintiva, de ausencia de reflexión, aceptara.

Su desconcierto fue inmensamente mayor que su asentimiento, pero aproveché la circunstancia para tapar sus dudas con mis labios, en un largísimo beso lleno de ninguna historia. Y después, continué con otro beso, aún más íntimo. Me volvió a gustar el lenguaje de su mano, cómo sujetó mi cabeza por la nuca, reteniéndome cerca. Sólo yo y un beso sinceramente aceptado por alguien que nada sabía de mí, ni de mi historia ni de mis miserias ni de mis inseguridades. Volví a la calle, y esta vez me abroché todos los botones del abrigo y comencé a andar con paso seguro.

11 comentarios:

  1. A veces sólo hace falta atreverse a dar un paso y pedir lo que deseamos. Ah! sí, y dejarse sorprender. Besos.

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  2. ¡Bravo! Así se hace, con decisión y sin miedo.
    Estupendo relato, MA.
    sodulaS

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  3. está muy feo eso de besar sin escuchar la respuesta a la pregunta, los hombres tb somos personas, no solo objetos... y mas feo todavía el largarte sola dejando al chaval sumido en una gran confusión. Al margen de eso, interesante texto y bonita actitud.

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  4. Hola, MA, vine a devolverte la visita a mi blog y me encontré con un espacio muy interesante, no sólo leí esta entrada, sino un par de las anteriores y creo que escribes muy bien.
    Ha sido un hallazgo, así que me alegro que hayas llegado a través de otro contacto. Con tu permiso, voy a ser tu 12° seguidor.
    Un beso.
    Humberto.

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  5. Siempre me han gustado las chicas decididas pero lo tuyo es abrumador, MA!!! Felicidades por el texto.

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  6. el texto es viejo, se podía fumar en los bares...
    aparte, muy buen relato, pero eso de poner la miel en los labios y luego nada, está muy mal

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  7. No concibo un bar de ese tipo sin humo y copas (cosas del subconsciente).
    Me has tirado un prejuicio juanillo, no sabía que los hombres eran personas. ¡Y yo que creía que os gustaba ser objeto!
    Bienvenido Humberto.
    A todos y todas, gracias por comentar.

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  8. Hola, acabo de llegar a tu blog, parece interesante! te invito a pasar por el mío: wanderinkiller.blogspot.com/

    besos

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  9. Olé, olé y olé la frase del día: sólo dos criterios, lo que me gusta y lo que no me gusta.

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  10. La voluntad siempre está por encima de la razón.

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  11. Bueno este relato. Muy interesante tu blog, tus letras llenan.

    Un abrazo y gracias por comentar en microrelatistas, el blog de torcuato.

    Andri

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