Recuerdo que tenías frío, siempre tenías frío.
Supongo que entonces, aún no
te había invadido el calor del odio y el fuego del amor. Eras virgen en todo lo
que se refería a la vida. El camino se te abría hacia adelante interminable y
lleno de emociones que después nunca serían. No habías ardido aún entre las pasiones
y pecados capitales que te han dejado rescoldos y rojas brasas humeantes, y montoncitos
de cenizas que te recubren por dentro cimentándote y haciéndote segura a los
ojos de los demás.
Ahora, que huelo a distancia
tus ganas de ser deseada, que al mirarte te imagino desnuda y te percibo a la
vez con todos los adjetivos del mundo: cálida, distante, tierna, maternal,
puta, yacente, ardiente, cabalgante, mística, mundana, servil, hiriente… Ahora,
tantos años después, te siento tan
excitante y atractiva, que comprendo por qué siempre tenías frío.
Me da miedo pecar, pero lo haría contigo
ResponderEliminarEl calor de las pasiones y pecados capitales está muy bien, pero no hay que olvidar que el frío conserva...
ResponderEliminarLa noche ha sido fría, por eso hemos buscado refugio junto a los cajones y puertas de la chimenea.
ResponderEliminarGASPAR