martes, 7 de enero de 2014

LA MUJER QUE PERDIÓ SU LIBIDO.


Daniela se recostó al lado de su marido, cansada pero con la intención de disfrutar de una noche de lujuria. Tumbada boca arriba, pensaba en el placer que sentía cuando se reblandecía y se derretía bajo el cuerpo de Eduardo, pero  no notaba el cosquilleo en el vientre que se irradiaba hasta la punta de sus dedos  y que solía producirle el pensar que iniciaba un contacto sexual. No notaba languidecer su cuerpo bajo el sentimiento del deseo. Pero sobre todo no notaba el color naranja que acompañaba a sus ratos de placer recorriéndole los pensamientos, ni el agradable olor a sudor que Daniela olfateaba con avidez cuando quería sucumbir bajo el vértigo electrizante de un orgasmo.
No inició ningún acercamiento. No encontraba el motor; el deseo explotaba en su mente pero su cuerpo no respondía, estaba como dormido. Se esforzaba por llamar a la excitación recordando batallas consumadas en el mismo colchón. Comprobó, mirándose desde fuera, una ausencia dentro de ella, un cuerpo lánguido con un interior duro donde no halló ningún rastro de deseo. Se aterrorizó pensando que su libido había volado con los vientos huracanados del último mes de marzo, en el que Daniela había estado sumida en una profunda tristeza de la que le costó salir más de cuarenta días.
En un esfuerzo supremo por encontrarla, se giró hacia su marido y le acarició el pecho masajeando su vello con delicadeza. Recorrió su vientre y fue a pararse en su pene ya repleto que la esperaba con ansiedad.  Eduardo se giró hacia ella casi disimuladamente y la besó, la mordió y la lamió, mientras que ella esperaba con ansiedad la llegada de ese dulce escalofrío que la hacía derretirse.
La penetró con  codicia mientras le jadeaba palabras obscenas que otras veces le habían provocado pasión. Cuando él estalló de placer y derramó todo su deseo dentro de ella, Daniela seguía buscando y se convencía definitivamente de que su libido la había abandonado.
Cuando Daniela despertó a la mañana siguiente, entre los intensos olores que se habían quedado a vivir entre las sábanas de esa noche de pérdidas y encuentros, decidió buscar sus impulsos libidinosos y regresarlos a su mente.
Buscó durante todo el día entre los olores de la casa, entre los colores de la ropa, en las raíces de sus canas. Buscó entre sus pechos y entre las fotos antiguas de familia. Revisó sus pensamientos y buscó ocasiones para hacerla volver. Besó a su marido, lo chupó y lo mordió  en su afán por encontrar su pasión extraviada.
Cuando agotada, abrió las ventanas para respirar la noche y alzó la cabeza en un intento de relajar su cuerpo, una intuición con la fuerza de un rayo la atravesó y entonces  entendió donde estaba su compañera de pasiones.
Se había diluido en las noches de verano estrelladas, entre los sudores cálidos de los jóvenes, entre sorbos de alcohol y sabores a humo de cigarrillos, entre besos robados y entre los labios entreabiertos de anónimas bocas que encontraba a su paso.
Allí salió a buscarla.

3 comentarios:

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    2. A mi me parece interesante, coincidir con el mismo tema y renglones tan distintos.

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