Los
volantes de su falda se movían al ritmo de los sabores del helado y revoloteaban
en un vaivén nervioso que demostraban lo mucho que le gustaba aquel cucurucho
de sabores. Ya se notaba que esa falda iba a ocultar, en un futuro no muy
lejano, unas onduladas caderas y un gusto indiscutible por la música bailable. Ese largo pelo rizado y erizado por la humedad
de la noche, una naricita pequeña y discreta, su insistencia en hablar a la
gente cerquita de sus labios… Me era imposible dejar de observarla; sus siete
años no eran excusa para ignorar ciertos datos.
Me deja un poco perplejo el final.....
ResponderEliminarSi, es curioso. A mi también. La perversión y la imaginación no tienen límites.
Eliminar